Los pasajes de la infancia juegan con la madurez del poeta en este increíble volumen poético, en el que Liwin Acosta apuesta por la construcción de una poesía cargada de imágenes que han formado parte de su vida.
El poeta vuelve a ser niño y escribe desde la nostalgia con miras a lo que la existencia ha hecho en él, a través de esta regresión hecha poesía.
En sus palabras: «me declaro en guerra conmigo mismo/ las palabras son espejos donde nadie se ve / donde nada se ve // los recuerdos son mis semillas del ermitaño / andar descalzo en la memoria es como no tener madre // mi infancia es una herida que llamea / un carrito de madera que me regaló papá a los cinco años / y siempre se regresa».